Alberto Alcañiz se hallaba ante el ventanal con el visillo alzado. Su esposa, tras él, miraba a su vez hacia la calle. HacÃa un pésimo dÃa. CaÃa una lluvia menuda y pertinaz. De vez en cuando una ráfaga de viento agitaba los árboles que circundaban la calle y sus pocas hojas rodaban ante las casas que se alineaban por la parte derecha de la calle. Una pareja avanzaba por ésta, refugiándose bajo un paraguas. Alberto Alcañiz dejó caer el visillo y suspiró. ?¿Quién es? Claudia su esposa, retrocedió hasta el sillón que habÃa situado junto a la chimenea y se dejó caer en él.