Era una chica esbelta y joven. No contarÃa más allá de los veintitrés años. El cabello leonado, los ojos melados, casi canela, grandes y rasgados con una sombra de melancolÃa allá, en el fondo? En aquel instante dejaba su máquina de escribir y atravesaba los despachos de la redacción, yendo hacia el aparato mecánico del café.
?Hola, Naika ?dijo Adrián Joyce mostrándole un vaso de cartón ?. ¿Te sirvo?
La joven asintió con un movimiento de cabeza.
?Gracias, Adrián.