Habla Flambeau, el más cercano de los amigos del rubicundo sacerdote: «Robé durante veinte años, con estas dos manos, y escapé a la policÃa con estos dos pies. Espero que juzgará prácticas mis actividades. Espero que opinará que, tanto mis jueces como mis perseguidores, tuvieron que habérselas con verdaderos crÃmenes. ¿Y cree usted que no conozco su modo de castigarlo y reprenderlo? ¿No he sufrido el juicio de los justos y la mirada frÃa de los respetables? ¿No he soportado sus enseñanzas, frÃas y distantes? ¿Y cree que no me han preguntado cómo es posible caer tan bajo, y que no he oÃdo decir que no hay ni una sola persona decente que pueda ni soñar en esas bajezas? ¿Creerá usted que todas esas observaciones no sirvieron para otra cosa sino para hacerme reÃr? Únicamente cuando mi amigo me explicó la motivación exacta del móvil de mis robos, sólo desde entonces dejé de robar.»