La calle 82 era en la populosa ciudad de Chicago la arteria urbana más concurrida de noche. Organizada sistemáticamente al servicio de los noctámbulos y provincianos, alternaba los cabarets, teatros alegres y salones de danza. Una profusión de carteles luminosos combatían silenciosamente, disparándose sus luces multicolores, anunciando los respectivos espectáculos y diversiones que representaban. Los locales autorizados por la ley tenían su sede en los bajos de los rascacielos, y en muchos pisos altos, dispuestas con ingeniosos camuflajes, estaban instaladas las salas de juego clandestinas. Una pareja de bailarines, dibujada expertamente por hileras de bombillas, se movía caprichosamente, obedeciendo al cambió continuo de la corriente que circulaba por el circuito eléctrico del cartel luminoso.