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Reseña de El planeta de la luna roja

Al escuchar la risa de Vankro, Isolda volvió la cara y le interrogó con un gesto por el motivo de su hilaridad. El joven estaba sentado en el lecho, apoyada su espalda en la pared. Sonrió y tendió una mano para acariciar los cabellos dorados que Isolda peinaba despacio. A la luz roja de la luna que se filtraba por la ventana, pensó Vankro, ella parecía un ser irreal, como una diosa surgida de las entrañas de un volcán. Soltó los cabellos y se le antojaron como si fueran una cascada de lava. ? ¿Por qué sonríes? ?preguntó ella al ver que Vankro no se había dado cuenta de su silenciosa demanda de explicación. ?Pensaba en Ramatre. ? ¿En ese enredador? ?Isolda agitó la cabeza y prosiguió con su peinado. Hacía apenas unos minutos ella los había tenido revueltos. Vankro, como siempre, se había ocupado de despeinarla. ?Es poco gentil por tu parte tener la mente ocupada en tu amigo ?dijo Isolda. ?No te ofendas. Es que ahora me gustaría saber componer una canción. Ella soltó una risa queda. Le hubiera gustado reír más fuerte, pero las paredes, pensaba, podían no ser lo bastante gruesas para ahogarla. ? ¿Tú componiendo unos versos? No puedo imaginarte con un laúd en las manos, en tus manos que sólo saben empuñar una espada o amartillar una pistola. Vankro se deslizó sobre la cama y llegó hasta el extremo donde se sentaba la chica. Se inclinó y la besó en el cuello, tomándola por la cintura y apretándola contra su pecho. Ella se deshizo de su abrazo con poca energía, y él, sabiendo que la molestaría si cedía tan pronto, no la soltó. ?No sólo sé acariciar las armas, ¿verdad? ?bromeó Vankro. ?Deberías irte ?susurró ella?. Amanecerá pronto. Lo dijo con pocos deseos de que él la obedeciera. ?Créeme, cariño. Te contemplaba bañada por la luz roja de la luna y en aquel momento deseé tener el talento de Ramatre.

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