?Rimmm, rimmm? Kim Walsh, perezosamente, extendió el brazo y asió el auricular. Somnolienta, lo acercó al oÃdo:
?SÃ, diga?
?Kim ?oyó la voz profunda de su padre?. Tienes una carta aquÃ. ¿Te la envÃo por mi secretario, o pasas tú por la oficina a buscarla? Kim entornó los párpados. No esperaba carta de nadie. No tenÃa demasiados amigos lejos de Boston. Unos pocos en Nuera York, que nunca escribÃan. Dos o tres en Filadelfia, que la felicitaban por las Navidades. La única persona que podÃa escribirle estaba en Boston, y, por supuesto, jamás se le ocurrÃa comunicarse con ella por medio de una carta.
?¿Me oyes, Kim?
?Claro, papá?
?Como no contestas?