¿Cómo serÃa la existencia en un mundo de dos dimensiones? ¿Y de una sola? ¿Y de ninguna dimensión? Y, por encima de las tres dimensiones, ¿existen espacios de 4, 5, 10 o más dimensiones? Y, si existen, ¿se puede conectar con ellos?En Planilandia, la fantasÃa matemática se entrecruza con otro género: el de la sátira social (en su variante de viajes imaginarios en clave cómica, en la lÃnea de Rabelais o Swift). La crÃtica social aquà alcanza mucho más allá de la sociedad victoriana que constituÃa su blanco directo. La condición plana del mundo de Planilandia, y la consiguiente imposibilidad, para las figuras planas que lo habitan, de mirar hacia arriba o hacia abajo, funcionan como una eficaz metáfora para la representación satÃrica de la estrechez de miras de una sociedad regida por una elite satisfecha de sà misma, cuyo prestigio se basa en la desigualdad institucionalizada. Las posiciones de Edwin A. Abbott, favorables a la completa emancipación de la mujer, a una igualdad universal de derechos cÃvicos cuya consecución comportarÃa el derrocamiento de las capas sociales dirigentes, y a la instauración de una democracia popular sustentada por el (entonces todavÃa lejano) sufragio universal, podrÃan ser suscritas desde las posiciones sociopolÃticas más avanzadas de la actualidad.Al cabo, pues, de más de un siglo de su primera publicación, Planilandia es un imprescindible relato de desbordante ingenio matemático al tiempo que aguda sátira social.