Mi nombre es Mike Roland y soy investigador privado. No tengo secretaria. Las que contraté me ocasionaron lÃos. Tuve uno con cierta rubia porque ella no me dijo que estaba casada. Menos mal que a última hora descubrà el pastel que me preparaba. Otra secretaria, una pelirroja, quiso romperme el cráneo porque aseguraba que yo le habÃa hecho promesa de matrimonio durante una velada en su apartamento, que duró hasta las tres de la mañana. Media hora antes de las tres descubrà que la pelirroja me habÃa echado polvos en el vino, ya saben, esos polvos que le ponen a uno para que se atonte. No, yo no he tenido suerte con las secretarias, de modo que decidà un dÃa hacer mi trabajo y el de ellas. Pero, cuando uno no tiene trabajo, echa de menos la compañÃa. Y aquella mañana de primavera atrapé el periódico y me puse a leer los anuncios en que se ofrecÃan secretarias. Los habÃa de todas clases y de todos los tamaños.