?Elia, te llaman al teléfono. .
Automáticamente Elia deslizó la mano y asió el auricular. Se hallaba encaramada en una banqueta y tenÃa el tablero de dibujo delante, de modo que como ya anochecÃa, un flexo de potente luz caÃa sobre el dibujo y los lapiceros, asà como iluminaba el grupo de lÃneas curvadas que se trazaban unas entre otras en el blanco papel. .
?SÃ? Su voz era armoniosa. Ni ansiosa ni precipitada, ni siquiera nerviosa. Elia resultaba muy cerebral, de modo que rara vez se apasionaba por nada determinado. .
?¿Te voy a buscar? Esta tarde no has venido.. ?Oh, eres tú, Dan? No, no he podido ir. Pero en cambio, tengo los diseños dispuestos para la revista. Te los dejaré mañana de paso para aquÃ. O si prefieres, y tienes mucha prisa, te los envÃo ahora mismo por un botones.. ?¿No los puedes traer tú al pasar? Elia sin soltar el auricular ni dejar de mirar distraÃda el tablero y los diseños que esbozaba, levantó un poco la manga de la camisa. ?Es bastante tarde ?comentó?. Las siete y aún tengo aquà para un rato. ?Lo cual quiere decir que hoy no nos vemos.