Cuando un hombre cree llevar un sincero mensaje de paz a los demás, lo más tremendo que puede ocurrirle es encontrarse en el vórtice de la violencia y de la muerte. En la guerra. ¿Cómo reaccionar cuando se aconseja seguir los Mandamientos y que uno de ellos, quizás el que más atañe al hombre directamente como hombre, afirma rotundamente NO MATARAS? Conciliar el deber y las exigencias imperiosas de unas creencias sinceramente sentidas fueron entre otros, los pavorosos problemas que se le plantearon al PATER. Porque eso era: un sacerdote castrense que acompañaba a los Marines por las aguas encrespadas de odio y violencia del mal llamado océano PacÃfico. De pacÃfico no tenÃa nada en aquellos dÃas de la Segunda Guerra Mundial, cuando habÃa que reconquistar a los nipones, palmo a palmo, el collar de islas que se extendÃa desde las costas del Japón a las de Australia. Pero si únicamente las dificultades hubieran residido en interpretar la religión al aire de la acción bélica. Hubo mucho más.