Si se hubiese producido una pertinaz sequÃa que durase todo un año, si hubiese estallado una horrible tormenta acompañada de piedra, vertiendo del cielo la devastación durante dos dÃas o hubiese estallado una horrible peste sin medios para combatirla, seguramente que ninguna de estas tremendas calamidades hubiese producido más estragos y sobresaltos en Boquillas, el pequeño poblado del sur de Texas, junto al rÃo Tornillo, casi en la divisoria de Texas, que amenazaba con producir la llegada a él de Helen Brudna, hermana de Alice Brudna, la exmaestra del poblado, que acababa de cesar en su cargo de desasnar traviesas criaturas, para contraer matrimonio con Robert Joy, no mal acomodado granjero y dueño de dos importantes molinos instalados en la orilla del rÃo. Al cesar Alice en sus funciones de maestra y pasar a regentar su hogar, lo hizo con alegrÃa, pero sintiendo un grave disgusto por dejar abandonados de toda enseñanza a aquellos traviesos gorriones, a los que se habÃa acostumbrado y los que le hacÃan mucha gracia, pese a sus travesuras y a la poca afición que sentÃan a verse encerrados media docena de horas al dÃa, deletreando los alfabetos colgados de la pared de la pequeña escuela y aprendiendo una geografÃa complicada que ellos no creÃan necesitar para alcanzar nidos en los árboles y encontrar las márgenes del rÃo sin necesidad de apelar a ninguna clase de mapas. Pero ella, con paciencia infinita y algunos caramelos repartidos con sabidurÃa, les habÃa ido encauzando poco a poco, y si bien no acudÃan a clase por amor al estudio, lo hacÃan atraÃdos por las golosinas y porque Alice, con calma infinita y bondad sobrada, sabÃa granjearse su simpatÃa y sujetarles medianamente, consiguiendo lo que nadie en su puesto hubiese logrado.