Jack el Lobo, se vio ingratamente sorprendido cuando tras envidar alto una jugada en la que tenÃa en sus manos una escalera de color que le facilitarÃa una hermosa ganancia, oyó una voz a pocos pasos de él, que decÃa con acento frÃo y cortante: ?Jack: cuando hayas recogido tus ganancias, levanta los brazos y entrégate. Te ha llegado la hora de rendir cuentas, como las han rendido casi todos tus compañeros de banda. El lobo era un hombre frisando ya en los cincuenta, de estatura media, fornido, de piernas estevadas debido a sus muchas horas diarias seguidas de cabalgar sobre la silla. Su rostro era cetrino, curtido por vientos, soles y tempestades, y por muchas noches durmiendo a la intemperie, en los riscos y en las cuevas de las más abruptas montañas. Sus ojos grises, poseÃan un mirar duro y agresivo, y sus labios eran gruesos y groseros. Presentaba algunas ligeras cicatrices, una en la frente y otra en una mejilla, y sus manos eran grandes, sarmentosas, pero de dedos como garfios.