Alan Eider, apenas desembarcó del «Ferry» en el que habÃa atravesado la sucia corriente del RÃo Verde, en Utah y tomando su caballo de la brida, se internó por la senda que conducÃa al poblado. Era éste un hacinamiento de casas, muy populoso en ciertas horas del dÃa, pero en aquellos momentos sus calles sucias y polvorientas, aparecÃan casi desiertas. El viajero se adelantó por la calle más ancha hasta descubrir un largo caserón, en cuya puerta campaba un rótulo que indicaba que aquello era el hotel del poblado y deteniéndose ante la ancha puerta, fue recibido por un mozo que preguntó: ?¿Qué hay, amigo, busca hospedaje? ?Asà parece. ?Pues dé la vuelta al edificio y encontrará la cuadra. Deje allà el caballo y vuelva.